El salonero Eneko Moro terminó su jornada laboral a la una de la madrugada. Cualquier otro día se hubiese marchado directo a su casa. Pero aquella noche no lo hizo. Se quedó en una cervecería con un compañero. Los hombres caminaban hacia sus carros, cuando un sonido los alertó. «Escuché como un llanto en los contenedores […]
↧